sábado, 20 de marzo de 2010

Valdezarza se inunda en el mítico borde de Rojonia:

(PARA FUNDICOT)

Madrid se inunda si llueve, es casi una certeza repetida. La suerte es que llueve, o llovía, poco en Madrid, pero hace unos días le tocó, y con fuerza, a la recién, casi, terminada nueva Avenida de Los Pinos, barrio de Valdezarza. Y junto a ella a la estación Antonio Machado, línea 7 del Metro, donde el agua superaba la altura de los andenes, obligando a suspender el servicio y rescatar a los pasajeros, mientras en la superficie algunos coches navegaban panza arriba. Ambas se sitúan en la parte más baja de lo que fue en su origen la vaguada que acogía al Arroyo de los Pinos, y ambas se han construido sin el necesario recuerdo de esa circunstancia original, como suele también suceder en parte del desarrollo de la ciudad, alzada sobre una orografía compleja que habitualmente se trastoca desconociendo sus leyes.
En el diseño de la exagerada avenida, que no va a, ni viene de, ningún engarce viario de similar importancia, con la red estructural próxima -M-30-Avda. de la Ilustración, Sinesio Delgado o Herrera Oria, al menos por ahora- se ha despreciado completamente esta condicionante inicial. Y la naturaleza lo recuerda porque se ha obviado la lógica secuencia del discurrir de las aguas, el enlace de la topografía, se han cortado calles y se las ha convertido en cuencas cerradas, o porque se ha ignorado que en los puntos más bajos de las rasantes deben abundar las bocas de evacuación, en un territorio que recoge aguas de drenaje y escorrentía procedentes de un entorno de dos kilómetros de radio. Algunos vecinos opinan que la avenida sólo es el argumento circunstancial de la categorización del barrio para apoyar nuevas promociones residenciales, una ya construida, y otra que está al caer. Las imágenes mostradas en los telediarios nos recuerdan sin embargo, más que nunca, que éste era, es, un resto de suburbio límite de Madrid, ahora aprovechable en sus plusvalías urbanas, donde a los habitantes más populares se los viene expulsando desde los 80 para reconducir su devenir urbano, y cambiarlo por el de grupos sociales más rentables, en todos los sentidos. Y sin embargo ni aún así se construyen bien las calles.
Obra legada por la corporación del Sr. Manzano, prevista desde hace lustros por el Plan General de 1985 pero con otro diseño, servicio y encaje en la topografía, el borde limítrofe histórico entre Fuencarral municipio y Madrid-Valdezarza, distrito de Moncloa, otrora bucólico espacio dominado por suaves vaguadas, huertas populares y alfares tradicionales, junto al circunstancial pero vigoroso Arroyo de los Pinos, y sus afluentillos, sobre el eje-camino de Peña Grande, se ha convertido hoy día, a punto de terminarse- y es un decir- en un despropósito malamente afrancesado de lo que debe ser una vía de sutura y enlace interbarrios con cierta capacidad de despeje y trasvase de tráfico local.
Bautizada igualmente como Avda. de Los Pinos, tal vía ha sido construida desde el final de la calle Villamil, con una poderosa sección de cuatro carriles, medianas y vías de servicio, y se extiende hasta su encuentro con Nueva Zelanda, ambas vías menores de borde barrial, antiguo y escaso. En los años de la corporación socialista, al menos, el diseño previo contemplaba esos enlaces y definía una vía tipo bulevar paisajista donde la espontánea naturaleza apoyada en las cercanas capas freáticas de rivera debería dar vida a un poblado espacio verde dominante, al mismo tiempo que acertaba a respetar e integrarse en el sistema histórico topográfico en el que se encajaba, facilitando el lógico discurrir de las aguas y el suave ondular de los perfiles adecuados a los espacios residenciales construidos y su trama.
En uno de sus flancos, el sur, se desarrolló desde los años 60/70 uno de los mejores ejemplos del urbanismo madrileño de entonces, respetuoso con esa complicada orografía que caracteriza a Madrid y su vinculación a la sierra. Fue, es, el conjunto residencial Ciudad de los Poetas, prodigio de respeto a la topografía original.
Sin embargo, por el contrario, etc., la solución finalmente desarrollada para la nueva y aparatosa vía, con ese espíritu típico del mandato administrativo anterior, y ya casi a punto de ponerse en funcionamiento, ha sufrido varias veces el lógico castigo de la naturaleza por no respetar sus condicionantes. Varias de las calles del trazado histórico que recogían aguas y las llevaban hacia el antiguo arroyo, han sido cortadas, la topografía original ha sido tergiversada, colocando elevaciones donde no existían, y deprimiendo el terreno donde sí señoreaban breves colinas. Con ello se ha conseguido lo que comentábamos al principio, es decir el caos supuestamente planificado. Y habrá más veces.
Además de todo ello, el trazado define glorietas, vías de servicio, y encuentros con las calles que acceden al sistema antiguo, mal resueltas, peligrosas, plagadas de semáforos que supongo intentan aplacar el desastre, y urbanizadas a fuerza de cemento y jardinillos de inauguración, o tristes espacios de juegos y deportes casi tan absurdos y mecánicos como los que poblaban la película de J. Tatí, “Mí Tío”, para escarnio de niños vitalistas y ancianos paseanderos, que, casualmente, son los que abundan por allí.

Norberto Spagnuolo di Nunzio
Diplomado en Ordenación del Territorio / Diseñador Urbano

1 comentario:

  1. Pero Norbertin ¡¡¡ estas por toda la web,...y ademas bailando por el aeropuerto,..eres un crack¡¡¡

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